lunes, 11 de enero de 2010

A todos los niños del mundo...


A TODOS LOS NIÑOS DEL MUNDO

Están tus manos ásperas
cual piedra sin tallar,
ven mi niño, ven... dámelas,
que las grietas de tu piel yo, cerrar

quizá no pueda, pero
mi deseo es ver libre
tu alma como el viento.
No tengas miedo, ven, porque es posible

viajar al mundo mágico
escondido tras los sueños.
Aquí nada es trágico,
nosotros mismos, del destino dueños

seremos. Y así haremos
mil cosas increíbles...
Juntos abordaremos
aquel barco, piratas invencibles,

tan libres como el mar,
un canto a las sirenas
y otro a la libertad.
Aullaremos a cada luna llena

si guía nuestro rumbo
y ya, sin enemigos,
nuestro será el mundo.
Viremos hacia tierra, vamos niño,

pirata bucanero,
allá en Hita espera
un cura sin dinero,
y con él libraremos una guerra.

Pero niño, no llores,
sangre no se derrama
ni mueren los hombres,
sólo peces y animales de granja:

Sardinas y terneras,
lubinas y corderos,
salmonetes y ovejas...
son nuestras hordas de fieros guerreros.

Cuaresma o Don Carnal
bandos son a escoger.
Cuando el hambre haga mal
Doña Endrina nos dará de comer.

Vamos, Trotaconventos
en casa nos aguarda,
nos dará caramelos
y una muy fresca y dulce limonada.

Mas llora el Arcipreste
al vernos partir de Hita
en busca del valiente
Don Quijote a los campos de Castilla.

Al paso Rocinante
marca el camino a seguir.
Se divisa un gigante…
Don Quijote ya parte a combatir.

No te aflijas, mi niño,
aquí no pasa nada…
Las guerras son de guiños,
sonrisas y tortas de mermelada.

Se acerca Dulcinea,
trae un dulce pastel,
¡Que Sancho no lo vea…
El muy glotón se lo quiere comer!

- ¡Vámonos a dormir! –
Grita alto Don Quijote,
- La luna va a salir… –
Y en sus sueños se relame el bigote.

Al saludo del Sol
todos nos despedimos,
nos regalan un bol
con golosinas para el Lazarillo.

Y nos da el ciego vino
y el cura un trozo pan,
cada uno ya lo dijo:
“aquel que dé al pobre, al cielo irá”.

Ahí viene el hidalgo,
buen hombre y caballero.
Nos reiremos un rato
con los trucos de magia del bulero.

Le da un dulce besito
Calixto a Melibea,
el alguacil lo ha visto
y les quiere tirar de las orejas.

Y así mil aventuras
se viven en los libros.
Haremos travesuras
porque felices han de ser los niños.

Que tire la piedra el niño minero
y aquel niño guerrero su fusil
que con mis libros aquí les espero
para así vivir batallas mil...





José Cidón Periañez.

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