Dedicado a Javier Echegoyen, una luz en el sendero.
Partió sin
despedirse, dejando el aroma de su recuerdo impregnado en la rosa que ahora
yace marchita sobre las páginas de un poemario a medio escribir. Partió, su
presencia junto a ella fue breve, intensa; un suspiro invadiendo todo su ser
desde lo más hondo del vientre para desvanecerse después en una exhalación.
Partió, sin decir hacia dónde; tampoco él lo sabía. Partió, esperar su regreso
era quimera; los que partieron antes nunca regresaron. Arrancó un pétalo
arrugado, mortecino, y lo cautivó entre los versos del poemario para que la
tinta alimentase su existencia. Esperaría la llegada de otras manos que
continuasen escribiendo sobre las páginas; ese es el destino de los que aún no
partieron.
José Cidón Periañez.
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